La Puerta de Paja: el enigma literario de Vicente Risco bajo España franquista

Publicado durante el franquismo, La Puerta de Paja (1952) es una novela histórica medieval de la fase tardía del escritor y pensador gallego Vicente Risco, una etapa marcada por su ostracismo en los círculos gallegos debido a su aproximación al régimen y a su ideología nacional-catolicista. A pesar de ese rechazo en Galicia, la novela tuvo buena acogida en el resto de España: fue saludada por la crítica y recibió el Premio Nadal de 1952, convirtiéndose en una de las obras de ficción más significativas del escritor ourensano y confirmándolo como narrador importante en lengua española.

 «Así decía Risco, cuando Risco era alguien», murmuraban sus antiguos compañeros galleguistas, que lo veían como traidor del movimiento que había ayudado a construir en los años 20-30. Risco, maestro del nacionalismo gallego, creía que el galleguismo republicano se había inclinado demasiado hacia la izquierda y hacia el bando derrotado en la Guerra Civil.

El mayor paradojo para quien estudia su vida y obra es que el régimen nacional-católico que él pasó a apoyar —y que llegó a defender enfáticamente en manuscritos de los años finales de la guerra— era, en realidad, contrario a casi todo lo que alimentó su universo imaginativo y cultural: su misión regeneracionista centrada en la lengua, sus inclinaciones al paganismo céltico, la teosofía, el orientalismo esotérico y el cristianismo popular gnóstico de raíz priscilianista. Todo ello, herético e inconciliable con el integrismo católico del régimen.

Escrita en castellano —y no en gallego como sus novelas anteriores— y bajo la sombra de la censura, La Puerta de Paja puede leerse como la confesión de un Risco amedrentado y capitulado por el régimen… ¿o quizá como un Risco galleguista resiliente, que disfraza un libro hermético para transmitir enseñanzas prohibidas a su tiempo? La especulación sigue abierta.

Una novela existencial y política

La novela se destaca por su temática existencial y por sus alusiones a la política y a la sociedad convulsas de la posguerra: una España y una Europa occidental empobrecidas, desconfiadas, marcadas por el miedo al expansionismo soviético y a la subversión revolucionaria, vistas por los ojos de un autor católico conservador que contempló la degradación institucional dejada por la guerra.

Político-social, pero también introspectiva y psicológica, la novela articula las angustias del alma europea de su tiempo. Desde una narrativa medieval fantástica y satírica, plantea cuestiones perennes sobre el poder y la corrupción, la culpa, la finitud, el fatalismo y el sentido de las acciones humanas. La puerta funciona como un símbolo potentísimo de fatalidad: une lo humano con lo sobrenatural invisible y marca un límite del que no se puede volver. Una puerta hacia la cual «terminaban todos los caminos», pero cuyo otro lado no podía verse, porque estaba cubierto de paja.

La trama: Baldonio y el desorden de Niebra

La trama se centra en la ciudad de Niebra bajo el obispado de Baldonio: sacerdote descreído, corrupto, casi un papa Borgia Alejandro VI. Ama adúlteramente a Rosinda, a quien mantiene encerrada en su palacio. Atormentado por sueños persecutorios y destituido de su mitra, emprende peregrinación espiritual hacia Roma en busca de indulgencia papal. Su arrepentimiento, sin embargo, no está exento de deseos ambivalentes y teatrales, de una posible beatificación que le devuelva prestigio y poder. En sueños aparece una puerta al final del camino, impidiéndole entrar en Roma: obstruida por simple paja.

Su salida del poder desencadena en Niebra una ola de violencia y convulsiones populares. Baldonio, aunque depravado en privado, mantenía el orden institucional y era admirado por el pueblo, alimentado por mentiras sobre su conducta. Allí aparece el paradojo del hombre corrupto y la sociedad funcional. Risco parece dejar un recado conservador: destronar un poder no significa terminar con los problemas sociales, sino abrir paso a nuevas disputas y a más tiranía.

A través de la peregrinación del prelado, la novela refleja la ambivalencia de la conciencia humana ante su finitud: detrás de la puerta «está Roma, o está la Nada. Si está la nada, todo ha sido un delirio absurdo». La Nada, símbolo constante en Risco, remite a su gran interés por la filosofía oriental y el budismo: el velo de Maya, que cubre la realidad aparente del poder, el placer y el triunfo. Risco reapropia ese concepto bajo lectura cristiano-católica: la ilusión del mundus, caro et diabolus. Así, los dogmas de la resurrección y del juicio final quedan intactos. Y el libro se vuelve digerible para la censura, en una época de celo político hacia Roma.

Baldonio, nihilista, confronta en sueños el vacío. Si nada existe, ni siquiera él mismo, ¿qué sentido tienen el poder y el prestigio? Si el budismo zen propondría como respuesta al sufrimiento aceptar el vacío y abrazar el ascetismo del mundo, el Risco católico agregaría a la idea budista de sufrimiento el sentimiento judeocristiano de la culpa. La Nada no es la esencia de la realidad, sino obra del diablo que busca la condenación del alma. La salvación no está en la renuncia interior ni en el conocimiento, sino en la fe en Roma y en la indulgencia papal. Solo el pontífice tiene las llaves que conectan el tiempo con la eternidad.

Desde ahí, la angustia de Baldonio y su enfrentamiento con el diablo pueden leerse como alegoría del propio Risco, atrapado entre la herejía de su imaginario esotérico oriental y la necesidad de reconocimiento público en una España regenerada por un nacional-catolicismo que no acepta ningún tipo de desvío en pensamiento teológico.

Risco: metafísica perenne y adhesión política

Si es verdad que Risco era un escritor de formación filosófica en metafísica perenne, con influencias de Guénon, Yeats, Jung y Mircea Eliade, combinada con su gran interés por los estudios orientalistas y el esoterismo céltico, una pregunta debe ser planteada: ¿hasta qué punto fue total o sincera la adhesión de un pensador de tan vasta erudición al catecismo político franquista?

Su cosmovisión profundamente espiritual y escéptica de las fórmulas políticas salvacionistas difícilmente podría dejarse domesticar por un fascismo panfletario de fe ciega en el poder del Estado, como lo fue el falangismo militante de su tiempo. En La Puerta de Paja todavía persisten elementos del imaginario fantástico del Risco esotérico, en el que lo oculto y lo mágico intervienen como motor de la dinámica histórica y de los hechos, de manera fatalista y cíclica, a través de la figura de uno de los líderes de una minoría social marginalizada en Niebra y uno de los actores de las revueltas en la ciudad: Plutón Barrabás. Exótica figura que simboliza esta fuerza inaprehensible, como el Rey del Mundo guénoniano, Barrabás es el detentor del verdadero poder temporal, pero retraído a los ojos de las multitudes, ante el cual las autoridades y poderes espirituales y estatales visibles son sencillos fantoches bajo su influencia oculta y omnipresente. Sus intervenciones en la historia son puntuales, restaurando en momentos excepcionales de crisis el orden frágil de una sociedad en disolución.

El Rey del Mundo restituye el orden de sus excesos y preserva el status quo, pero no puede rescatarlo de su decadencia estructural. Ningún salvador ni mesías político es capaz de interrumpir la marcha cíclica y fatal del tiempo. Es necesario, según la lógica del poder oculto, que el corrupto Baldonio ocupe y siga en el poder, decretarían las fuerzas misteriosas de la realidad. Y además, las revoluciones, según Barrabás, no serían cambios drásticos de una historia humana progresiva y lineal, sino un movimiento compensatorio de agitación que «mezcla y enturbia los líquidos puros en su redoma: con el reposo retornan a su anterior situación». Y, de manera determinística: «Cada cosa debe volver a su lugar», en una concepción cíclica de clara influencia del Risco tradicionalista y perennialista, marcada por la idea hindú del Kali Yuga de René Guénon —la edad oscura y terminal en la que el orden se descompone y la vida social, cultural y moral se degrada, sin que nadie pueda detenerla. Un concepto que también reaparece en otra obra risqueana de gran importancia: Las Tinieblas del Occidente.

Valor literario y crítica

Aunque criticada por algunos por su excesivo linealismo expositivo y un «desaliño expositivo» que compromete su estructura y solidez, La Puerta de Paja es una obra de gran peso literario cuyo contenido dialoga la trascendencia espiritual y mística con las angustias sociales de una España y una Europa de posguerra, a través del vasto conocimiento histórico medieval y metafísico de Vicente Risco. Un mundo en que la historia y la existencia sensible no son más que un velo, un simple paño de fondo de una realidad invisible que gobierna los sucesos humanos. Una existencia cegada por la paja que «nos aparta de nuestro ser» y que nuestra peregrinación interior en este mundo está llamada a atravesar.

Pues la condición terrena es ilusión, como bien la describe el personaje Alda, una mujer hermosa y otra figura enigmática del pueblo oculto de Plutón Barrabás. Su pasaje misterioso en la historia, objeto de enamoramiento de muchos, es considerado en particular una bellísima alegoría del poder de Maya, representada en la narrativa como la carne sensual que desvanece, como el «humo que se pierde en el cielo azul». Y que «cruza nuestra vida y no puede permanecer en ella», o aquello «que no se sabe si es del cielo o del infierno, si arrebata hacia lo alto o hacia lo profundo». Porque no es de ninguno. Al fin:

 «Eras acaso la verdad, eras acaso la mentira... Eres eso, ya no eres nada, pero volverás siempre.»