El mito de la decadencia ibérica

El pensamiento intelectual ibérico, durante mucho tiempo, fue diagnosticado, tanto interna como externamente, como decadente y de carácter oscurantista. El mito de la “España fracasada” o de la «decadencia portuguesa», concebidas ambas como expresiones de naciones periféricas y atrasadas, forma parte de una idea que todavía persiste en el imaginario colectivo y en el sentido común, aunque, en términos fácticos, dicho atraso de ambos los países fue revertido en la segunda mitad del siglo XX, con la aproximación a los niveles e indicadores económicos y sociales de Europa Occidental.

La paradoja del “fracaso hispánico”

La Inquisición, el dogmatismo católico, el centralismo monárquico, la aversión a la ciencia experimental y la falta de una ética capitalista y de una burguesía industrial consolidada, se encuentran entre los diagnósticos comúnmente formulados por historiadores y pensadores políticos y sociales sobre el llamado “fracaso hispánico”. Algunos autores han señalado, sin embargo, que tales interpretaciones a menudo reproducen prejuicios historiográficos de raíz hispanófoba, que simplifican la complejidad del desarrollo intelectual peninsular.

La cuna inesperada de la modernidad

Si se observa con mayor detenimiento, resulta irónico que esa misma peninsula, considerada refractaria a la modernidad, fue en realidad la cuna de ideas humanistas profundamente innovadoras y libertarias. Ideas que transformarían el pensamiento occidental y fundamentarían las teorías políticas y los derechos humanos modernos.

¿Es posible que una región reconocida por su historia de Inquisición y censura, violaciones coloniales y atraso económico haya anticipado ideas como la separación de poderes, la soberanía popular, el derecho a la autodeterminación de los pueblos y la libertad económica?

Precisamente estas ideas, hoy profundamente arraigadas en la cosmovisión política contemporánea, eran estudiadas y defendidas por pensadores católicos jesuitas y dominicos de la Escuela de Salamanca. Más aún, estas concepciones no solo fueron debatidas en la Península Ibérica, sino que sus autores anticiparon, en pleno Siglo de Oro español, principios que la modernidad ilustrada de los siglos XVIII y XIX en Inglaterra y Francia presentaría al mundo.

Pensadores prestigiosos de la modernidad, como Descartes, Locke, Montesquieu, Adam Smith, Pufendorf y Hugo Grocio, no fueron creadores revolucionarios de nuevas formas de pensar el mundo, sino herederos y continuadores de una larga tradición intelectual de la cual los sacerdotes católicos y profesores de las universidades de Portugal y España constituyeron un eslabón esencial. Así, es imposible comprender la modernidad y el pensamiento político actual sin considerar el papel decisivo del pensamiento ibérico.

La Escuela de Salamanca

La Escuela de Salamanca no fue específicamente una escuela ni estuvo necesariamente en Salamanca, sino que se encontraba dispersa en varios centros, como Coimbra, durante el período del Siglo de Oro español (siglo XVI). Importantes figuras ofrecieron contribuciones a los campos de la filosofía, el derecho, la teología, la economía y la historia, entre ellas Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Juan de Mariana y Luis de Molina.

Aunque no dejó de presentar divergencias y disputas intelectuales internas, como las que surgieron entre las tendencias jesuitas y dominicas que la componían, la Escuela de Salamanca representó una auténtica expresión de la riqueza intelectual del mundo ibérico del siglo XVI. Contrariamente a lo que se suele suponer, este ambiente estaba lejos de asemejarse al oscurantismo contrarreformista frecuentemente retratado por la historiografía convencional de las ideas.

Tres grandes contribuciones originales del pensamiento ibérico de Salamanca pueden observarse:

Matías Moreno, El padre Juan de Mariana (c. 1878). Óleo sobre lienzo. Museo del Prado / Instituto de España. Imagen: Wikimedia Commons (Dominio público).

El poder del pueblo y la legitimidad del rey

Anticipando las tesis liberales y contractualistas de John Locke en el siglo XVII y del iluminismo de Montesquieu en el XVIII, el pensador salmantino Juan de Mariana estableció, en pleno siglo XVI, en España, la idea del pueblo como ente originario y emanador del poder —y no Dios—, y del rey como mandatario y depositario de ese poder mediante un pacto contractual (pactum subjectionis)[1].

En su tratado De Rege et Regis Institutione (Del Rey y de la Institución Real), que constituye un manual de príncipes encargado por Felipe III, afirmaba que si el rey no cumplía sus deberes de gobernante o violaba derechos naturales —como la tributación sin consentimiento de las Cortes o la violación arbitraria de propiedades y libertades—, la legitimidad de su poder podía ser cuestionada por el pueblo, que tendría el derecho de derrocarlo, deponerlo e incluso ejecutarlo (la llamada tesis mariana del tiranicidio).

Según señala Pi Magall en su obra Semblanza de Mariana, el pensador salmantino se destacaba por su libertad de juicio. Católico, “denunciaba los abusos de la Iglesia; monárquico, los abusos de los reyes; jesuita, los abusos de su orden”. Decía Mariana que los reyes no son legítimos si no deben su autoridad a la República (la soberanía popular), que no tienen dominio alguno sobre los bienes de los súbditos y no pueden tomarlos ni disminuirlos sin el consentimiento de la nación reunida en Cortes[2].

Un pensador entre dos mundos: del medievo a la modernidad

Aunque de gran valor aún hoy, formando parte del ideario liberal y democrático vigente, las ideas de Juan de Mariana no fueron bien recibidas en su tiempo y chocaban con el espíritu dominante de la Europa de entonces. De uma Europa que asistía a la consolidación del Estado moderno y a la centralización absolutista en el monarca soberano, justificadas por las tesis de Hobbes, Bodin y Maquiavelo. La obra De Rege et Regis Institutione fue quemada públicamente en París tras la muerte de Enrique IV. Solo en los siglos XVIII y XIX serían rescatadas bajo las ideas liberales de separación y límites constitucionales de poderes.

Estas ideas proto-liberales desarrolladas por Mariana fueron profundamente innovadoras en su tiempo, al incorporar un pensamiento moral y político de base no teológica, sino fundamentado en el estudio y la observación histórica, como también lo hiciera Maquiavelo. El autor jesuita, conviene recordar, fue un importante historiador, responsable de una de las mayores referencias de la historiografía española, la Historia de España.

No obstante, a pesar de su contribución a la modernidad, las ideas de Mariana se justificaban según una perspectiva profundamente medieval y clásica de la filosofía política y ética, encontradas en Aristóteles y Tomás de Aquino. Era un jesuita defensor de las instituciones medievales, del régimen monárquico y del poder espiritual católico del Papa. Esto evidencia hasta qué punto la transición del pensamiento occidental antiguo al moderno ocurrió, según Thomas Kuhn, no como una ruptura paradigmática, sino como una maduración y consolidación gradual de nociones ya presentes en el pensamiento anterior.

2) Francisco de Vitoria y la noción de guerra justa

Francisco de Vitoria, escultura de Francisco de Toledo (1975), Salamanca, España. Foto: Lmbuga / Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).

Pensadores como Francisco de Vitoria sentaron las bases para el surgimiento del derecho internacional. Ese nuevo campo sostendría las tesis modernas sobre el derecho a la soberanía de las naciones. Tales principios están presentes en la Carta de Derechos de la ONU. Lamentablemente, olvidada en los manuales de historia de la filosofía política, la obra del padre Vitoria llegaría hasta nuestros días a través de divulgadores como Pufendorf y Hugo Grocio.[3]

Surgida en el contexto de la conquista hispánica de los territorios indígenas americanos en el siglo XVI, la reflexión salmantina originó ideas notablemente avanzadas sobre los derechos de los conquistadores y de los pueblos gentiles. Ideas de las cuales tenían el propósito de frenar abusos y violaciones de derechos naturales fundamentales.

¿Era legítima una guerra de conquista movida por la cristianización forzada de los pueblos gentiles? ¿O el proceso de cristianización debía darse por medios no militares, a través de la acción misionera evangelizadora? ¿Podía considerarse justa la esclavitud resultante de las guerras?

En medio de este debate, promovido por pensadores salmantinos como Vitoria, surgieron por primera vez nociones que serían posteriormente desarrolladas en el ámbito del derecho internacional, reconociendo que los pueblos extranjeros son entes dotados de leyes, costumbres y tradiciones propias, con derechos legítimos a la soberanía sobre sus territorios.

3) El proto-liberalismo económico

Luis de Molina, De Justitia et jure (Genève, 1759). Ed. Fratrum De Tournes. Imagen: Wikimedia Commons, Fundación Mansutti (Dominio público).

Los orígenes de una teoría económica moderna

Manuscritos y tratados morales, como los de Juan de Mariana en Tratado y Discurso sobre la Moneda de Vellón, y otras obras de autores como Luis de Molina, anticiparon la moderna teoría económica liberal que más tarde sería desarrollada por Adam Smith y posteriormente consolidada por la Escuela Austriaca de Economía con Carl Menger, Ludwig von Mises y el economista galardonado con el Premio Nobel Friedrich Hayek. El jesuita portugués Luis de Molina ya demostraba una comprensión analítica clara sobre la competencia de mercado[4].

Gracias a las investigaciones de historiadores económicos del siglo XX como Joseph Schumpeter, Raymond de Roover y Marjorie Grice-Hutchinson, se reconoció que los economistas-teólogos de la Escuela de Salamanca fueron los primeros en desarrollar una teoría general del valor económico. Esta teoría involucraba bienes y moneda, conciliando las enseñanzas tradicionales de la Ley Natural católica con una doctrina económica más adecuada a las necesidades de una sociedad comercial en expansión[5].

La teoría monetaria y la defensa de la propiedad

La formulación de la teoría cuantitativa del dinero, tradicionalmente atribuida a David Hume y a los economistas clásicos ingleses, tiene hoy origen reconocido en académicos españoles. La noción de que la inflación es un fenómeno monetario causado por la entrada de oro proveniente de América fue una de las constataciones de los pensadores de la Escuela de Salamanca, anticipando ideas que serían luego desarrolladas en la teoría austríaca de los ciclos económicos de Hayek.

Mariana, en su Tratado y Discurso sobre la Moneda de Vellón, advertía que la inflación era una forma de impuesto implícito, al observar que la disminución de la proporción de plata aumentaba el número de monedas en circulación y hacía que los precios se elevaran.[6] En defensa de la propiedad, afirmaba que el rey no tenía derecho a la devaluación de la moneda sin el consentimiento de las Cortes, del mismo modo que no podía imponer otros tributos sin esa aprobación.

El orden espontáneo y el concepto de precio justo

Algunos estudiosos sitúan las ideas económicas de Salamanca dentro de una gran tradición del pensamiento político y social occidental, vinculada a la teoría del orden espontáneo: la concepción de que las sociedades, culturas, leyes e instituciones son productos no planificados de interacciones humanas voluntarias, desarrolladas a lo largo del tiempo por ensayo y error.[7] Esta visión se contrapone al modelo racional e impositivo de los sistemas teóricos socialistas, que buscan crear e imponer normas e instituciones desde arriba mediante la planificación estatal.

La crítica al control de precios por parte del Estado y al monopolio comercial en las Indias Occidentales, así como la formulación avanzada del concepto de precio justo, entendido como el precio competitivo resultante de la interacción entre oferta y demanda subjetivas, están presentes en diversos textos de los escritores de Salamanca. Sin embargo, tales ideas fueron defendidas dentro de los parámetros teológicos y morales del catolicismo, alejadas del liberalismo utilitarista del siglo XIX.

Lecciones y legado contemporáneo

Los límites históricos del legado salmantino

El gran brillo intelectual de Salamanca de ninguna manera exime a la Península Ibérica de los errores históricos cometidos en los siglos siguientes. Aunque surgieron ideas que defendían la limitación y separación de los poderes del gobernante, el respeto a las garantías fundamentales e incluso nuevos argumentos económicos que buscaban legitimar la práctica comercial, esas concepciones no fueron acogidas por las élites políticas de su tiempo.

Del pensamiento reformador al estancamiento político

En su lugar, España siguió el camino centralista borbónico, caracterizado por el desprecio hacia las Cortes en el siglo XVIII, y posteriormente el jacobinismo centralista de las constituciones liberales inspiradas en Cádiz, que aún afirmaban la supremacía de la razón absolutista del Estado (la volonté générale de Rousseau) en detrimento de las libertades y tradiciones forales locales. En Portugal, el reformismo pombalino, aunque modernizador en ciertos aspectos, también consolidó un aparato estatal fuertemente centralizado, una herencia institucional que más tarde influiría profundamente en la formación del Estado brasileño.

Y Mariana, por más aprecio que tuviera por ideas libertarias que más tarde inspirarían la Revolución Americana de 1776 —siendo leído por Thomas Jefferson[8]—, todavía formaba parte de un modelo cerrado de sociedad regulada por una única doctrina religiosa, con poco espacio para la pluralidad y la libertad de creencia.

El costo histórico del declive ibérico

Aunque exista una cierta hispanofobia que haya distorsionado en parte la comprensión de este período, no cabe duda de que la Inquisición fue un hecho histórico real y un grave error político, económico y moral. La Inquisición Católica y la persecución derivada de ella (confiscación de bienes por la corona) contribuyeron a la fuga de capitales judíos y protestantes hacia naciones más tolerantes, como Holanda e Inglaterra, lo que acabó preparando el terreno para el aumento del poder comercial y colonial de esas naciones y para el inicio de la Revolución Industrial en esta última, factor que contribuyó decisivamente a la caída de los impérios católicos ibéricos.

Como bien señaló Deirdre McCloskey en su célebre trilogía Bourgeois Dignity, una ética social propicia a valores de tolerancia, innovación y reconocimiento social individual a través de la actividad comercial contribuyó decisivamente al éxito económico de esos países ligados a la reforma protestante.

¿Y si las ideas políticas, económicas y sociales de la Escuela de Salamanca hubieran triunfado en el mundo ibérico? Tal vez veríamos una Iberoamérica muy diferente de la que vemos hoy.


Referencias

[1] López Arriba, P. (2025, 9 de septiembre). Juan de Mariana y Maquiavelo: espejos de Príncipes. Instituto Juan de Mariana. Recuperado de https://juandemariana.org/juan-de-mariana-y-maquiavelo-espejos-de-principes/¹

[2] Pi y Margall, F. (1888). Juan de Mariana: Breves apuntes sobre su vida y sus escritos. Madrid: Tipografía de Manuel Ginés Hernández.

[3] Instituto Ágora Perene. (2025, 23 de abril). BPC #24 – Historia del pensamiento político ibérico [Video-podcast]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=-MQeRMRONHo

[4] Barry, N. (1982/2015). La tradición del orden espontáneo – Parte II. Traducción y adaptación de Tiago Barreira. Instituto Ágora Perene. Recuperado de https://agorap.org/revista/a-tradicao-da-ordem-espontanea-parte-ii/¹

[5] Ibid.

[6] Mariana, J. de. (2017). Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (Colección Instituto Juan de Mariana – Value School). Barcelona: Ediciones Deusto

[7] Barry, N. (1982/2015). La tradición del orden espontáneo – Parte I. Traducción y adaptación de Tiago Barreira. Instituto Ágora Perene. Recuperado de https://agorap.org/revista/a-tradicao-da-ordem-espontanea-parte-i/

[8] Según Blanco (2024), “Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, recomendaba que, al iniciarse los planteamientos de rebelión contra la corona inglesa, se leyera al padre Juan de Mariana, cuya obra fue traducida al inglés en 1649” (Diario de León, 23 de noviembre de 2024). https://www.diariodeleon.es/monograficos/revista/241123/1690868/juan-mariana-matar-rey.html

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Tiago Barreira es doctorando en Filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y licenciado en Economía por la Fundación Getulio Vargas Río (FGV-Río), consultor y analista de datos. Escribe regularmente sobre temas relacionados con Economía, Filosofía y Cultura.