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Cada diciembre, una figura se hace presente en cada familia, canciones y recuerdos: barba blanca, abrigo rojo, saco de regalos. Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás. Sin embargo, esa imagen universal tiene raíces profundas, antiguas, mediterráneas. Para entender su origen, hablamos con Luis Manuel Ibáñez, historiador especializado en Estudios Medievales, quien nos guía en un recorrido que va desde la costa de la antigua Mira hasta las luces navideñas contemporáneas y lo que hoy en día representa una tradición importante en el mundo.
San Nicolás no fue un santo mártir como muchos de su época. Era obispo de Mira, en la costa de lo que hoy es Turquía, y destacó por su caridad hacia los más vulnerables: pobres, marineros, caminantes, niños.
“Era un buen pastor”, alguien que defendía la dignidad humana más allá del dogma, un refugio para los desamparados”.

Asimismo, con el pasar de los siglos, su figura se difundió gracias a textos que registran las vidas de distintos santos y que recogieron relatos populares. Allí comenzaron a formarse las primeras imágenes del personaje, donde una de las historias más conocidas cuenta que un padre arruinado no podía dotar a sus tres hijas. Nicolás, de incógnito, dejó caer bolsas de oro por la ventana durante tres noches, salvándolas de la miseria. Con el tiempo, la escena se transformó: en algunos lugares, las monedas entran por la chimenea o dentro de calcetines colgados, lo que representa un origen remoto de las tradiciones navideñas actuales.
También circula una versión particular en la que Nicolás resucita a tres niños asesinados por un carnicero, hecho que reforzó su fama como protector de la infancia. Parte de estos relatos, claro está, llegó mezclada o deformada por el tiempo, pero sobrevivió en la memoria colectiva.
Cuando Mira pasó a dominio musulmán y la región comenzó a volverse inestable para las comunidades cristianas, un grupo de marineros de Bari (Italia) decidió trasladar allí el cuerpo del santo en el año 1087 para protegerlo. Ese traslado marcó un punto de inflexión: Bari se convirtió en centro de peregrinación, y la devoción a San Nicolás se extendió por toda Europa occidental. Iglesias, cofradías y ritos vinculados a él comenzaron a multiplicarse de norte a sur. Así, un obispo del Asia Menor pasó a formar parte del imaginario navideño europeo para luego convertirse en una figura global.

Sin embargo, antes incluso de que la atención occidental se volcara hacia Bari, en 1077 ya existe constancia de una capilla dedicada a San Nicolás en Santiago de Compostela. En una ciudad atravesada por peregrinaciones, su condición de protector de marineros y viajeros cobró sentido desde sus primeros siglos.
La devoción se mantuvo viva durante siglos. En el siglo XVIII, el Concejo compostelano fundó la Obra Pía de San Nicolás, una institución de caridad que cada 6 de diciembre renueva su promesa. Una huella histórica que conecta tradición local, religión y memoria colectiva.

Durante la Edad Media tardía y hasta nuestros días, el 6 de diciembre (día de su festividad) se convirtió en fecha de procesiones y farolillos. En regiones como Lorena, Suiza, Alemania o la costa atlántica de Europa, la llegada de San Nicolás traía esperanza al corazón del invierno.
En los Países Bajos, Sinterklaas llega por barco, según una tradición muy arraigada que lo presenta viajando desde tierras lejanas (a veces desde España, en algunos relatos desde Alicante) y desembarcando con regalos y dulces. Esa costumbre cruzó el Atlántico con los colonos holandeses que fundaron “Nueva Ámsterdam”, hoy Nueva York. Allí, Sinterklaas mutó en Santa Claus, y su imagen se transformó al gusto norteño: más alegre, con renos, con rojo intenso y un trineo.

Más allá de su red de milagros, reliquias y mitos populares, lo que pervive de verdad es su rostro humano: un obispo dedicado al cuidado de quienes no tenían recursos ni refugio.
“San Nicolás sigue viviendo en esos gestos de generosidad silenciosa, no por los renos ni por los regalos, sino porque representa una ética de amor al prójimo que atraviesa siglos y culturas”, añadió Ibáñez.
Tal vez por eso su figura no muere: se transforma, se adapta, se reencarna. Cada diciembre vuelve, y con él reaparecen la esperanza, la caridad y ese gesto de dar en la noche más oscura. En medio de luces y envases, todavía queda espacio para la compasión.
Aunque la figura de San Nicolás llegó a España, nunca arraigó como actor central de la Navidad. Tradicionalmente, los regalos llegaban con Los Reyes Magos, cuya cabalgata del 5 de enero sigue siendo el momento cumbre para la infancia. Papá Noel está presente hoy en muchas casas, pero sigue siendo una influencia reciente, importada desde el norte.
Las celebraciones navideñas aquí mantienen sus propias señas: largas comidas familiares, la lotería de diciembre, dulces tradicionales, el roscón de Reyes… Una mezcla de lo ancestral, lo moderno y lo habitable.
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