“La mayor parte de la vida es un vapor de asociaciones inconscientes, nunca llevadas a la superficie”: cineasta, performer, cantante y escritora, Miranda July sigue convidándonos de su don encantador, esta vez con una mirada fresca y compasiva sobre la experiencia femenina -y humana-. Después de Nadie es más de aquí que tú y El primer hombre malo, A cuatro patas (galardonado como Mejor Libro de 2024 por The New Yorker y The New York Times) se posiciona como una novela de maduración sobre el matrimonio, la perimenopausia, la noción de familia, el valor de la amistad y la búsqueda de sentido en un mundo que, contrario a la experiencia individual, no envejece. 

Autoficción o literatura del yo son términos aplicables a esta novela en cuatro partes, con una narradora en primera persona con la que es difícil no empatizar: mujer de cuarenta y seis años, “casi-famosa” y antiheroína que muestra sus agujeros a la luz del sol y no escatima en sinceridad acerca de los egoísmos, resentimientos y compulsiones ridículas que por momentos gobiernan su accionar. Una de ellas será el descubrimiento de la teoría que divide a las personas en conductores y aparcadores: un conductor “es capaz de mantener la concentración y el compromiso incluso cuando la vida es aburrida. No necesita que le aplaudan por cada nimiedad, le hace feliz acariciar a un perro o pasar un rato con su hijo y eso le basta”. El aparcador, en cambio,  “necesita de una tarea discreta que parezca irrealizable, algo que exija la máxima concentración y que pueda ser motivo para el aplauso. […] El resto del tiempo se aburre como una ostra y se siente básicamente decepcionado”.

“Autoficción o literatura del yo son términos aplicables a esta novela en cuatro partes, con una narradora en primera persona con la que es difícil no empatizar: mujer de cuarenta y seis años, “casi-famosa” y antiheroína que muestra sus agujeros a la luz del sol” 

Identificada con este último perfil y movida por el impulso de despegarse de él, decide invertir una importante suma de dinero recientemente adquirida en un road trip de Los Ángeles -donde vive con su marido e hijo- a Nueva York. Su itinerario de dos semanas se ve rápidamente retrasado por una inocente estadía de una noche en un motel a 30 kilómetros de su casa, con el fin de prepararse de lleno para la aventura. El absurdo de July comienza a desplegarse: la artista, tentada con la súbita idea de remodelar el cuarto a su antojo, invierte todo su presupuesto en una decoradora de interiores y, poco a poco, esta parada espontánea deriva en una estadía completa que reemplaza al viaje original y que es ocultada a su familia y amigos. Así, la habitación 321 de este hotel de ruta se transforma en un oasis que materializa un escape a los mandatos de la maternidad, el matrimonio y el trabajo.

La protagonista sin nombre también conocerá a un hombre -más de diez años más joven que ella- de quien se enamora intensamente (a lo crush) y con quien se obsesiona rayando un acoso delirante. Sin embargo, este flechazo que en un principio inunda la existencia de la narradora va perdiendo fuerza con el correr de las páginas, dando lugar a algo mucho más interesante: el pensar qué nos pasa con los contratos tradicionales que rigen nuestras relaciones amorosas. El matrimonio tradicional comienza a revelarse como un traje que queda chico (el sexo es comparado a la obligación de tomar un baño al ser chico: uno reniega mucho antes de encararlo, al hacerlo se la pasa bien, al terminar se comienza a lamentar la próxima vez que tendrá que ser repetido), mientras que se descubre que, pese a lo pronunciadas que puedan ser las curvas de la líbido pasados los 45, no hay edad para el deseo. Harris, esposo de la protagonista, se delinea como un personaje complejo a cuyos pensamientos no podemos acceder, pero que sin embargo demuestra una flexibilidad que abraza el cambio y la transformación sin caer en lugares comunes.

“La habitación 321 de este hotel de ruta se transforma en un oasis que materializa un escape a los mandatos de la maternidad, el matrimonio y el trabajo.”

La novela toca temas de los que da la sensación no se habla lo suficiente, desde la perimenopausia (“mucho de lo que pensaba que era feminidad era solo juventud”) y los torbellinos hormonales que acarrea a los partos no convencionales que derivan en chats de (no) mamis perseguidas por flashbacks de estrés post traumático (“la perfección había perdido su valor abruptamente en el momento en que nos convertimos en madres”). Pero, por sobre todo, nos deja con la pregunta abierta sobre qué es una familia hoy en día, proponiendo un equipo cuyo objetivo no es la permanencia, sino la transformación, con la profundidad en el vínculo como constante brújula. Así, la fuga del núcleo familiar se delinea como un viaje hacia adentro que reivindica los lazos fundados en la amistad, ese vínculo que escapa a los proyectos económicos y la propiedad privada. July nos invita a explorar nuevos territorios, expander el amor en lugar de retraerlo, pasar de esposos y para siempres a mejores amigos que reconocen que crecer muchas veces implica poder decir adiós a viejas formas (como esa canción “Two Birds”, de la cantautora rusa Regina Spektor, que retrata los desfases y desencuentros propios del proyecto monógamo). 

Si bien algunos pueden encontrar A cuatro patas como un retrato de tono demasiado woke o limitado a los white people problems de la existencia acomodada de la clase media alta norteamericana, su calidez y sentido del humor hacen que sostengamos la lectura con una sonrisa casi permanente (y alguna que otra risa entre dientes). La última novela de July arroja luz sobre el hecho de que casi todas las personas en general se encuentran atravesando algún tipo de recuperación, proponiendo un alto a la demonización del trauma: “es el shock del golpe de aire frío el que hace al bebé dar su primera inhalación: el trauma en sí mismo nos prepara para la siguiente fase, la vida en la Tierra”. 

“La fuga del núcleo familiar se delinea como un viaje hacia adentro que reivindica los lazos fundados en la amistad, ese vínculo que escapa a los proyectos económicos y la propiedad privada.”

El cuarto 321 se configura así como ese espacio sagrado, reciclado, ese cuarto propio donde el cambio funciona como moneda corriente y la transformación es la norma. En su interior tendrán lugar ridículas danzas de apareamiento, tocadas de fondo, banquetes y entrevistas con diferentes mujeres cuyas experiencias de mediana edad en torno a las relaciones sexo-afectivas conforman un caleidoscopio en el que ningún espejo se muestra como moralmente superior o superador. 

“Estoy tan pendiente de la intimidad; de un vistazo ya puedo saber inmediatamente qué capacidad para ella tiene una persona”: en un presente donde las redes sociales y el neoliberalismo galopante marcan la agenda, el valor de la apertura a demostrar la propia fragilidad se torna clave. “Todo el mundo piensa que la posición de cuatro patas es tan vulnerable, cuando -en realidad- se trata de la postura más estable. Como una mesa. Es difícil ser derribado estando en cuatro patas”.

Ficha Catalográfica

A cuatro patas Miranda July reseña

📚 Libro recomendado:

A cuatro patas (Random House, Tapa blanda – 12 junio 2025)

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Editorial Random House
Fecha de publicación 12 junio 2025
Edición 001
Idioma Español
Longitud de impresión 384 páginas
ISBN-10 8439744862
ISBN-13 978-8439744863
Peso del producto 476 g
Dimensiones 13.51 x 2.69 x 22.91 cm

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Camila Besuschio
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Camila Besuschio nació en Buenos Aires en los 90's y hoy se mueve entre España e Inglaterra. Es crítica literaria pero no critica, más bien lee para sentirse más una con el mundo.