
En el artículo anterior destaqué la altura de la Iglesia Gótica y el uso de la piedra en esta arquitectura como aspectos de la manifestación de notas de realidad, que indican, primordialmente, el orden de esa cultura. Éste se hizo evidente en la forma en que el sistema de encajes de piedra soportó elevadas alturas al tiempo que proporcionó áreas de mayor ligereza en la construcción, ofrecidas por los rosetones y pináculos.
Leila Regina Pereira dos Santos
Un sistema proyectado mentalmente, idealizado, en principio, es una mera posibilidad que sólo puede demostrar si su propuesta posee coherencia, adecuación, en el ejercicio práctico de su concreción, lo cual es imprescindible para revelar su correspondencia con el orden natural de la realidad. Así, en la iglesia gótica tenemos el ejemplo más desafiante de la historia de la arquitectura occidental, pues el objetivo de alcanzar grandes alturas fue realizado con un material de extrema densidad y peso como es la piedra, lo que dificultaba aún más la necesaria superación de la fuerza de la gravedad.

Las notas expresadas por esta combinación no son pocas. Suscitan impresiones como: la magnitud de la obra definida por su altura; la perdurabilidad de la construcción, revelada por la densidad de la piedra; la fortaleza evidenciada por esas dos notas, y la interacción del sistema edificado de la iglesia con el medio exterior. Esta interacción fue posible gracias a la presencia de elementos huecos (pináculos y rosetones), así como a las vidrieras translúcidas de los grandes ventanales coloridos. Son elementos combinados para definir una idea completa de obra arquitectónica como sistema. La forma del conjunto traduce su contenido.
Roger Scruton, en su libro Belleza, destaca la relación entre contenido y forma en la obra de arte, y evidencia su aspecto significativo: “Las obras artísticas son significativas, y no sólo formas interesantes de las que disfrutamos sin ninguna explicación. Son actos comunicativos que nos transmiten un significado –y que debe ser comprendido.” (p.120)

La iglesia gótica es un arte concebido y concretado de modo que integra al máximo la forma con el contenido, y por eso es importante entender que el significado de esta obra depende de toda la configuración de sus elementos. En todos sus detalles, la integración de los elementos define el cuerpo de significados, y éstos, como unidad, componen la simbología específica de este arte.
En cada detalle, cada elemento o aspecto, hay una contribución a la captación de esta obra de arte como símbolo. Quiero destacar aquí la especial luminosidad presente en la iglesia gótica, natural, que incide y atraviesa las vidrieras situadas en los laterales del conjunto edificado.


Según Víctor Nieto Alcaide, en La Luz, Símbolo y Sistema Visual, estas vidrieras se proyectan en dos sentidos: uno de ellos es ser un medio para la configuración simbólica del espacio, y el otro es ser soporte de contenidos iconográficos del conjunto figurativo de la catedral. En el primer caso, la luz que atraviesa el filtro de las vidrieras simboliza la lux spiritualis, o imagen de Dios, y compone “un complejo sistema de metáforas visuales que simbolizan la idea de la divinidad.” (p.44)
La luz aparece como una nota real más que compone la unidad simbólica de la iglesia gótica. Se suma a los demás elementos citados, que destacan impresiones de magnitud, perdurabilidad, fortaleza, orden natural…, y, ahora, con la luz, la presencia divina.

Por ser la luz capaz de atravesar un elemento material, como las vidrieras, sin romperlas, pasó a ser una “metáfora explicativa de ciertos misterios” (p.48). La luz simboliza la idea de lo inmaterial y, por tanto, suscita la omnipresencia divina.
Todavía en Nieto Alcaide, y en base a la obra de Panofsky y Gombrich, aparece la idea, manifestada por el abad Suger de Saint-Denis, de que la luz reflejada en diversos objetos y elementos de la composición de la iglesia “podía trasladar su mente de lo material a lo inmaterial, de lo corpóreo a lo espiritual; el efecto se determinaba en una especie de ascensión del mundo inferior al superior. Estas obras, por su luminosidad, actuaban como un verdadero agente de iluminación espiritual.” (p.54)
Sobre el segundo caso del simbolismo de la presencia de la luz en la iglesia gótica – el de ser soporte de contenidos iconográficos del conjunto figurativo de la catedral –, lo veremos en un próximo artículo.

Referencias Bibliográficas
ALCAIDE, Victor Nieto. La luz, símbolo y sistema visual. Madrid: Cátedra, 1993
ALONSO PEREIRA, José Ramón. Introducción a la Historia de la Arquitectura: Desde los orígenes
hasta el siglo XXI. Porto Alegre: Bookman, 2010
ARNHEIM, Rudolf. Arte y percepción visual: una psicología de la visión creadora. São Paulo:
Pioneira, 1997
BURCKHARDT, Titus. Chartres y el nacimiento de la catedral. Palma De Mallorca: Olañeta, 1999
DONDIS, D. A. Sintaxis del lenguaje visual. 3.ª ed. São Paulo: Martins Fontes, 2007
GOMBRICH, E.H. El sentido del orden. Barcelona: GG, 1980
LANGER, Suzanne. Sentimiento y forma. São Paulo: Perspectiva, 1980
LAVELLE, Louis. Ciencia estética metafísica. São Paulo: É Realizações, 2012
MACAULAY, David. Construcción de una catedral. São Paulo: Martins Fontes, 1988
PANOFKSY, Erwin. La perspectiva como forma simbólica. Lisboa: Edições 70, 1993
___. Arquitectura Gótica y Escolástica. São Paulo: Martins Fontes, 1991
SCRUTON, Roger. Belleza. São Paulo: É Realizações, 2015
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